Desde los Territorios 

Es muy gratificante saber que, el departamento de Nariño y cada uno de sus municipios y territorios están muy comprometidos con el paro nacional, una lucha que ha reunido a los colombianos, en torno a una causa justa y necesaria, para reivindicar los derechos que durante siglos se han visto vulnerados y cuyos agentes se han perpetuado en el poder para continuar haciendo de las suyas. El estallido de la crisis, como muchos dicen, o del despertar, como se considera adecuado llamarse, se generó a raíz de una reforma tributaria, que quería implementarse en plena pandemia, cuando la gente a falta de trabajo, se estaba muriendo de hambre. Trapos rojos se veían por doquier en las fachadas, puertas y ventanas de las casas más humildes en las grandes ciudades, sin embargo, era el mismo gobierno el que tenía ese trapo rojo en los ojos, esa venda intencionalmente puesta, para evitar ver la realidad de su pueblo, y así continuarlo hundiendo con reformas, impuestos, con una guerra que ha estado siempre presente, pero de la que poco se sabe, porque ha sucedido en el sector más olvidado para todos, pero en el más importante, innegablemente: El campo.  Ahora esa crisis también se presenta en las ciudades; la nación se vio ante la imposibilidad de enfrentarse a una pandemia, que en Colombia no sólo es viral, sino también una pandemia de indiferencia, de hambre, corrupción, de intolerancia, de violencia, de masacres de líderes sociales, jóvenes y campesinos, una pandemia que no permite expresar abiertamente lo que se piensa, siente y vive como pueblo, a pesar de que es un derecho contemplado en la constitución, se visibiliza entonces como la Carta Magna de Colombia, alabada por muchos países por ser la más completa, y abarcar el derecho fundamental del ciudadano, es simplemente una utopía.

Por estas y muchas más razones, la gran mayoría del pueblo despierta de un largo sueño en el que estaban sumidos, se une para mostrar su inconformismo ante un gobierno nefasto, al que no le importa el hambre física de la gente, que se mostraba incapaz de enfrentarse al covid-19 “Por falta de recursos económicos”, los cuales por el contrario, si existían para comprar camionetas blindadas para los políticos, mejorar la imagen del gobierno, en cabeza de su dirigente; tanques y avionetas de guerra, que hoy en medio de la represión se entiende para qué fueron adquiridos. El pueblo despierta, se levanta y lucha, a pesar de que tenga todo en su contra, incluso a la otra parte del pueblo que se ha hecho el de la vista gorda ante la crítica realidad social. Sin embargo, a pesar de que acallen nuestra voz, con violencia y represión, no se han detenido las protestas, por el contrario, se ha aumentado la cultura que se muestra en ellas, tal es el caso del Territorio Nariñense, en donde prácticamente se vivió un carnaval, que no se pudo celebrar en su fecha habitual, a causa de una coyuntura global, pero que, en el marco de este paro, los ciudadanos pudieron vivirlo, por efecto de otra.

Gracias a esa lucha, de los jóvenes, y toda la ciudadanía que ha participado en las movilizaciones, ya se ha logrado derogar dos grandes y peligrosas reformas, una tributaria que se metía con el bolsillo vacío de la gente, y una a la salud, que prácticamente quería acabar con el derecho fundamental de todo ser humano: El derecho a la vida, algo inaceptable, repudiable desde cualquier punto de vista, pero gracias a esos “vándalos” como los llama el mismo gobierno que, infiltra a las fuerzas del orden, en manifestaciones para que atenten contra la propiedad pública y privada, o como los llaman esos otros colombianos “indignados” ante la situación, que como “ciudadanos de bien”, han sacado a relucir lo peor de sí mismos, esa intolerancia, esa incapacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, esa que si ha pasado necesidades, esa que ha tenido que elegir entre comer, pagar servicios o la educación de sus hijos; la que ha debido hacer malabares para que su familia desayune al menos con un agua panela, esa persona que ha visto morir a sus familiares en hospitales, o en sus mismos hogares por que las Empresas Prestadoras de Salud, no han gestionado una cita con algún especialista, para que su familiar sea diagnosticado y tratado a tiempo; esa persona que en las botas de un niño campesino no ha debido recorrer cuatro horas diarias de trocha, para llegar a su escuelita, deteriorada, y recibir lecciones básicas de lectura, de historia o de ciencias; aquella que no ha estado en la ruana de ese viejo campesino que a duras penas puede sacar cuatro racimos de plátano o dos bultos de café, en cada viaje, y tratar de venderlos al mejor precio, en cooperativas que no les pagan lo que deberían, en los mercados de los pueblos, que muchas veces no venden, y se ven obligados a salir a las ciudades a tratar de negociar su café ya empacado en bolsitas humildes que no alcanzaran nunca la presentación de un águila roja o de un Morasurco, que son mucho más caros, pero que la mayoría de citadinos prefieren por encima de todo. Ese hombre o mujer que a diferencia de un indígena Wayú, nunca le ha faltado el agua, la comida, los servicios, a quienes no han usurpado sus recursos, porque son ellos precisamente los usurpadores, los dueños de las grandes empresas petroleras, los ejecutivos transnacionales que matan la Tierra y todo lo que exista en ella.  Esa “persona de bien”, que trabaja por muchísimo más de un sueldo mínimo, que recibe prima, quincena, y navidad, que tiene su carro último modelo, ropa de marca; al que nunca le ha hecho falta comida en su alacena, esa persona que no sabe ni cocinar, porque le paga a alguien más para que lo haga por ella, esos padres que tienen el suficiente dinero para enviar a sus hijos a estudiar fuera del país, alegando que la educación en el nuestro no es de calidad; esas que nunca estarán en los zapatos del universitario, muchas veces de provincia pero con una capacidad inimaginable, que debe hacer grandes sacrificios, como elegir, entre pagar el arriendo de su cuarto de 4×3, o comprar algo para almorzar. Esas personas que al verse en medio de las manifestaciones de ese pueblo que si tiene necesidades, arremeten contra ellos, con armas de fuego, con sus carros, con el apoyo de policías y militares, pero nunca a puño limpio, porque no saben defenderse, toda su vida, han dependido de otras personas, de su dinero, de la protección que les brindan las armas, es algo que siempre hemos visto y que nunca cambiará, porque la cobardía se esconde detrás de ese tipo de violencia.

Y es que todo esto no es para menos, los datos revelan una situación crítica: solo 6 de cada 10 personas tienen acceso a internet en Colombia, según Mintic; Según el DANE 2,2 millones de familias solo tienen dos comidas diarias, el 42,5% de los colombianos, hoy están por debajo de la línea de pobreza. Es decir, más de 21 millones de personas. ¿No es justo acaso que el pueblo manifieste su inconformismo ante tal situación? ¿no es acaso suficiente tanto padecimiento para que el pueblo entienda que el país no es pobre, sino que tiene gobiernos ladrones?, ¿Cuántas personas tienen que morir para que la gente reaccione?, Es cierto que el país, está sumido en un estado del miedo, pero la nación es mucho más poderosa que esa minoría que ha usurpado cargos públicos y quiere mantenerse en ellos a punta de corrupción, violencia y narco paramilitarismo. Por eso en este paro nacional, se ha visto a un pueblo unido, estudiantes de universidades públicas, privadas, maestros, taxistas, conductores, camioneros, campesinos, obreros, comerciantes, comunidad LGBTI e incluso religiosos, que independientemente de su orientación sexual, creencias, idiosincrasia, cultura o color de piel, se han unido, es ese el verdadero trabajo colaborativo que existe cuando se trata de causas sociales. Y este paro nacional se trata de eso, de unirse, de levantar la voz, de reconocerse como colombianos en el pensar, en el sentir, en la necesidad, en el sufrimiento del otro, y entender de una vez por todas que Colombia se necesita, para avanzar, para luchar, para lograr cambios, transformaciones, justicia, reivindicación de derechos y lo más importante, demostrar la supremacía del pueblo, por encima de sus dirigentes y mandatarios, que no son más que, simples imágenes de poder, que están allí para servir, administrar, y velar por el bienestar del pueblo, pero que lamentablemente en aquí tienen otras connotaciones y beneficios.

Por se lucha, por eso se para, por eso los territorios nariñenses también se levantan a través de diferentes actividades, de plantones artísticos, de cantos, arengas, murales, música, concentraciones, plantones, marchas pacíficas, que demuestran la cultura, y el compromiso de los pueblos para con la lucha social. En los municipios del sur tales como El Tambo, El Peñol,  Nariño, La Florida, Sandona, Consaca, y Ancuya, se han adelantado manifestaciones pacíficas, a partir de la convocatoria del paro nacional el día 28 de abril, que han reunido a los jóvenes, a los obreros, a los sindicatos de maestros, de estudiantes, de artistas, de trabajadores, de artesanos, es decir, sectores a los que también se les ha dado la espalda, y los que precisamente luchan por todo aquello que se les ha negado. Incluso  estas manifestaciones se han llevado a cabo con el acompañamiento de la policía, que está del lado de su pueblo, que no reprime, que no maltrata, que no empuña sus armas en contra del cuerpo desprotegido de una persona, que como única arma solo tiene su palabra, su voz, su pensamiento, sus puños, únicamente para levantarlos en símbolo de resistencia, no para irse en contra de otro ser humano, propiedad pública o privada, nunca en contra del trabajador, del obrero, de las instalaciones de negocios, de entidades públicas, de hospitales, de alcaldías, personerías, comisarias, o cais policiales. Nunca, porque no es lo que buscan, no se puede responder ante la represión del estado, con violencia, porque precisamente quieren que el pueblo se revele para poder reprimirlos, para continuar destruyéndolos, como siempre, pero ya no con impuestos, ni reformas, ni otros medios, sino para silenciarlos de manera definitiva con armas, con bombas, con tanques, con fuerza policial, que acaba con los sueños y anhelos, de poder construir un país mejor para todos, por eso también el pueblo lucha, se empodera aún más, por sus muertos y heridos en protestas, por mejorar las condiciones de la vida en sus territorios.

En municipios como El Tambo y La Florida, se ha contado con el apoyo de las alcaldías, que se han manifestado al respecto, dando soporte, y, en el caso del Tambo, incluso brindando recursos, para que los implementos utilizados en las marchas como velas, antorchas, carteles, papel, pinturas, puedan conseguirse, y las manifestaciones se lleven a cabo de manera pacífica. Según la información suministrada, en municipios como Sandoná, el gobierno municipal, en cabeza de la alcaldesa, no se han manifestado, por el contrario, se han expedido decretos de instauración de toques de queda, en horas tempranas de la tarde, lo cual obviamente afecta el trabajo de los comerciantes y vendedores informales quienes viven precisamente de lo poco que puedan conseguir al día, debido a este tipo de actitudes de indiferencia, por parte de entidades tan importantes, las personas han resistido levantando su voz, para ser escuchados; en varias ocasiones se han reunido en la plaza parque, y de esta manera se ha logrado derogar múltiples decretos que resultan lesivos para el gremio trabajador del municipio.

De la misma forma, se han reunido en torno al cierre de vías, para hacer sentir la inconformidad de las comunidades, y es muy satisfactorio saber que existen muchísimas personas que los apoyan, a pesar de que no se encuentren manifestándose en las calles, muchas veces el trabajo, las enfermedades, las condiciones de los ciudadanos, no les permiten salir, pero la comunidad sabe, que existe un país que en su mayoría los apoya, que a pesar de que no lo hace en cuerpo presente, si lo hace  con la mente y toda la fuerza del espíritu, por eso los manifestantes, ejerciendo su derecho, continúan luchando, por las personas que no pueden expresarse, por los que sufren en los hospitales, muchas veces en condiciones precarias, por el gremio médico quien ha debido poner el pecho frente a esta situación de crisis sanitaria mundial, luchan por nuestros campesinos, que no pueden dejar de trabajar, de sacar sus productos, puesto que de ello depende su sustento.

Desde los pueblos, también se apoya las luchas en las grandes ciudades capitales, a los jóvenes de la primera línea que no se dejan amedrentar ni reprimir por el estado del miedo que se han querido imponer nuevamente, en los territorios no son indiferentes ante la realidad nacional, hay quienes piensan que por ser de pueblos, humildes, pequeños, que muchas personas no conocen, la  lucha no sirve, no se visibiliza, pero, si todo el pueblo se une, desde la vereda más alejada hasta las grandes ciudades es posible construir colectivamente lo que tanto se desea, porque si los de abajo se levantan, los de arriba se caen.

Por: Diana Victoria Valencia